jueves, 19 de septiembre de 2013


Miserablemente, quizás sea amor

Por las miserias de mi niñez.
Que en verdad te extraño…¡
Había pretendido encontrar este padecer,
unos cuantos años atrás en otras faldas, bocas y piernas
Conseguí un poco de eso, menos este padecimiento.

Trecientos sesenta días sostuve tu recuerdo, 
el resto los masturbe.
Estuviste lejos en su mayoría, yo lo estuve,
casi los treinta deambulamos hombro a hombro,
recostado en tus muslos, salió de nuestras bocas
siento que te conozco, desde siempre,
la verdad más que a mismo, puede ser.

Llego el tiempo en que parecía un tamarindo.
Azotado por soles de marzo y abril.
Con ramas desganadas, frutos quebrados.
Padeciéndome en mis condiciones
Los has visto, enfermos por el tiempo.
Con estrés de no tener otra sombra de compañía.

 Al pasar del temporal, los tamarindos
brotan en cientos de esperanza.
Seguía igual, con pensamientos estirados.
Enfermándome de añoranzas,
Con porte de rama seca,
Vaporeado por graba de rio seco.
En íntima relación con oscuras esquinas.

Al comenzar la idea del arribo, alivio sentí,
se asomó una intervención de ponzoña
tú llegada seguía en pie,
más seco que el árbol, me desprendí,
maldiciones solloce,
para nuestra historia insultos, suspire.

Ideando como perderme, encontré.
Justamente enraizando e reintegrándome,
así estaba en esos días, fue tu convicción
quien me encontró, para plantar el fin de nuestra historia,
plantar, quizás porque sean primos hermanos.
El fin y comienzo y en esa hora fue el tiempo de cumplir,

con promesas que nos hicimos.

Brigadiel.-

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